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¿Me gana el enojo?

  • Foto del escritor: Alejandro Siles
    Alejandro Siles
  • 14 may 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 28 may 2020

¿Se pueden imaginar que una persona se levante una mañana y diga “¡Hoy la quiero pasar mal, me voy a molestar con todas las personas que me rodean!”?


Si nos ponemos a pensar una situación así, rápidamente podemos notar lo ridículo que se ve. Ninguno de nosotros, sin importar nuestra edad, estamos a la espera de pasar un mal rato, enojarnos y eventualmente herir o ser heridos en el proceso.

Entonces, ¿Por qué nos sucede?


Para contestar esa pregunta, deberíamos empezar con lo más sencillo de todo. ¿Qué es el enojo?


Digo sencillo, ya que es una emoción que todos compartimos y la podemos ver desde un bebé hasta en un adulto mayor. Enojarse es natural. Al igual que cualquier emoción que sentimos, es una respuesta física básica frente a una amenaza. El enojo es lo que nos mueve a atacar, a defender y proteger.

Visto desde esta forma, el enojo es natural y adaptativo. Sin enojo, sin esa adrenalina que nos mueve, viviríamos en una complacencia.

Pero, y este es un gran PERO, no estoy diciendo que el enojo sea todo el tiempo una respuesta adaptada.

Muchas veces nos encontramos con que el enojo nos controla. Nuestras emociones son adaptativas, tan naturales como un río cuyas aguas fluyen y se dispersan. Pero al igual que todo río, a veces podemos desbordarnos. Si bien me centraré en el enojo, esta explicación puede aplicarse a cualquier emoción.

Las emociones son adaptativas, pero su desborde NO lo es.


Es por eso que tenemos palabras para la FURIA (el desborde del enojo), DEPRESIÓN (el desborde de la tristeza), EUFORIA (el desborde de la alegría) y etc.

Es cuando sentimos furia, un enojo tan fuerte, que dejamos de proteger y defender y nos dedicamos a atacar. Olvidamos la cordialidad y volvemos a una etapa antigua donde ya no vemos a la otra persona como un igual, sino como una amenaza que debe de ser destruida – Física o verbalmente.


Volviendo a la pregunta inicial: ¿Por qué?


Si bien hay varias respuestas para esto – el que busca, siempre encontrará – una de las explicaciones que me ha ayudado a comprender las emociones es el modelo de esquemas mentales (teoría que parte de la psicología cognitiva). Vamos desde una explicación sencilla: la realidad la creamos de acuerdo con nuestra experiencia.

Imaginemos una situación muy común: estamos en un auto y experimentamos un accidente. No tiene que ser algo grave, simplemente nos chocan. Dejando el susto y lo administrativo de lado, nuestra interpretación de la situación es la que genera nuestra reacción.

Por ejemplo, si nosotros consideramos que la persona tuvo toda la culpa y fue negligencia de su parte, vamos a tener una reacción totalmente distinta a si sabemos que nosotros somos los que generamos el accidente. Puede que esta explicación suene muy sencilla, pero es como experimentamos las cosas, el valor que le damos, lo que brinda nuestro “termómetro emocional”.

Ahora imaginemos que es un choque leve, pero estamos tarde a una reunión importante. O pensamos que la otra persona nos está faltando el respeto. En esta situación es probable que nuestro enojo aumente y que consideremos que está justificado. Eso puede ser, en esta situación específica, pero en otras, puede que nuestra interpretación no sea la mas adecuada.

Cuantas veces nos hemos molestado con las personas por un error en la comunicación. O cuando pensamos que nos faltan el respeto.

Pensemos en la última discusión en la que participamos y donde sentimos mucho enojo. Como dije en un inicio, esta reacción puede ser completamente aceptada, pero no me quiero centrar en esas, sino en las que consideramos que perdemos a pesar de que teníamos la razón. El enojo excesivo puede llevarnos a decir o actuar de forma que, a pesar de poder estar completamente justificado, nos lleva a sentir como que no manejamos bien la situación y a herir a otros y por consiguiente, a estar dolidos nosotros.

¿entonces, que se debe de hacer?


Como mencione, las emociones son adaptativas, pero al mismo tiempo, una vez que se liberan se debe dejar ir a su curso. No podemos frenar una emoción en el momento, pero podemos evitar que escale o que se generen nuevas situaciones.


Cuando nos encontramos entrando a una discusión, lo importante es OBSERVAR. No a la otra persona, sino a nosotros mismos y a nuestros pensamientos. Cuestionarnos no es fácil, pero con un poco de practica podemos volvernos amos de nuestras reacciones. La idea no es no enojarnos, sino no enojarnos al punto que sentimos que destruimos todo. Así que lo que recomiendo es que pensemos:

  1. ¿Lo que pienso es verdad?

  2. ¿Puedo estar entendiendo mal las cosas?

  3. Si es verdad, ¿mi reacción es la adecuada?

  4. Si otra persona reaccionara como yo, ¿me sentiría bien?

Esas preguntas son generales, pero es un inicio para poder empezar a controlar nuestras reacciones. Muchas situaciones se pueden evitar manejando nuestra percepción o simplemente preguntándonos acerca de lo que pensamos.

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©2020 por Alejandro Siles - Psicoterapeuta Humanista Integrativo.

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